Competir es otra de las artes que domina España, equipo capaz de lo museístico y de aplicarse como nadie en lo que requiera el juego según de qué función se trate. Para batir a Francia puso en práctica todos los registros que maneja. Primero la sometió desde el control de la pelota, luego apretó el colmillo cuando su rival metió otra marcha, ya en el segundo acto, y finalmente puso el punto final con una jugada con más vértigo que toque. Esta selección tiene más de una partitura y en un torneo con partidos al límite convienen todos los repertorios. A un partido con tantas vueltas, nadie mejor para ponerle el broche que Xabi Alonso, futbolista que simboliza la versatilidad española. Jugador para lo grueso y para lo fino que sabe cómo gestionar el fútbol desde el macizo central. Era su día, el del centenario internacional, y el guipuzcoano marcó los dos goles que citan a España con Cristiano el próximo miércoles. De paso, esta España sin barreras rompió uno de los pocos maleficios que le quedaban: ganar a Francia en un partido oficial.
España despierta tales tiritonas en sus rivales que no hay quien la ataque hasta que no tiene otro remedio. Lo habitual, como hizo Laurent Blanc, es que los entrenadores adversarios se corrijan de inicio desde la alineación. Francia no fue una excepción y Blanc exilió a Nasri a favor del tajo de Malouda para candar aún más el pasillo central, y multiplicó al lateral derecho: Debuchy, el habitual, dio un paso adelante, y a su espalda el defensivo Reveillere. Un equipo forrado de músculo. Pero España sabe buscarse la vida de tal forma que para desconsuelo de Blanc y su pizarra se las ingenió para producir el primer gol justo por el carril que alteró la alineación gala. Iniesta, al que querían encapsular, conectó con Jordi Alba, al que querían poner un dique, y que llegó en carrera. Descarriló Debuchy, el lateral español levantó la barbilla y en el equipo sin arietes llegó Xabi Alonso como si hubiera practicado el remate de cabeza en esa posición desde sus tiempos de El Antiguo. A la jugada contribuyó Cesc, el menos delantero de los delanteros, pero que conoce el oficio. Con sus movimientos y arrastres los centrales franceses se hicieron un galimatías. Lo mismo que ante Iniesta, Xavi y Silva, que nunca se ofrecen una marca fija, porque flotan por todo el frente.
El tanto, magnífico de principio a fin, condenó a Francia por donde más estiraba la manta. Y otra prueba de que el fútbol desmiente y desmiente: el equipo sin extremos ni arietes ejecutó el gol de manual del extremo y el ariete. El fútbol por encima del método, el de esta selección empeñada en rebelarse contra la ortodoxia, contra lo académico y convencional. España es una idea más que un sistema de juego y desde hace 18 partidos oficiales no hay quien la derrote. Contra Francia no fue la apoteosis del juego, sí un equipo curtido, de mármol cuando fue necesario. No es la versión más atractiva, pero en los campeonatos ganar requiere de más de un atajo y esta selección sabe explotar varias vetas, también desmiente a quienes la toman por un conjunto de plastilina. Es un grupo acostumbrado a las finales, y a ganarlas en su mayoría, señal de su conocimiento no solo del juego, sino de cómo concursar. Demuestra que el talento no conspira contra la eficacia.
Con ventaja en el marcador se acentuó la sensación de gobierno español, que no solo es una selección creativa. También domina el arte de la eficacia, cómo competir en cada momento. Lo hizo, sobremanera, en el primer tiempo, bien ordenada, con la pelota grapada al pie y los espacios bien cubiertos, con Xabi Alonso como mariscal de campo, excelente para quitar, tirar de compás y cubrir las zonas despobladas. Él y Busquets congenian, porque se dan sombra, solo juegan en paralelo cuando el contrario tiene la pelota. Con la posesión a favor, uno de los dos rompe las cadenas y se descuelga. A Francia se le vieron los huesos, siempre a remolque. Desconectados Benzema y Ribéry, se quedó a la intemperie. En un duelo sin muchas oportunidades, en Francia solo Cabaye, en una falta directa, dio la lata a Casillas, que respondió con una mano al lanzamiento. Sometido en el centro del campo, el equipo de Blanc se partió por el eje y sus excursiones hacia la portería española se demoraron hasta el segundo tiempo.
Sin otra alternativa, Francia, tan arrugada en el primer acto, se estiró después. Un paso adelante que en algunos momentos complicó a España, que se vio ante un guion alterado y tardó en encontrar respuesta. Blanc dio pista a lo mejor de su banquillo. Rescató a Nasri y a Menez y finalmente envidó con Giroud, un delantero puro. Entonces, poco a poco el equipo español se hizo largo, se vio ante un partido de ida y vuelta que siempre resulta inquietante. Fue el momento de Torres y Pedro, que hizo de Navas. Con más espacios, España perdió algo de control, de dominio, pero nunca llegó a sentirse contra las cuerdas, por más que Ribéry y Benzema remaran y remaran desde fuera del área. Y como no hay cambio que no le salga de perlas a este seleccionador, fue Pedro, explosivo y revoltoso, quien evitó la trama final. Cruzó la defensa gala en un desmarque y Reveillere le anudó las piernas. Xabi Alonso, en su día inolvidable, abrochó la semifinal desde el punto de penalti.
Fuente: elpais.com